martes, 16 de junio de 2009

LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO



LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO.

BIOGRAFÍA E IDEOLOGÍA.

Como hemos visto en el tema anterior, la poesía modernista en España es menos brillante que la llevada a cabo en Hispanoamérica, y de corte mucho más intimista. Ello va a deberse a la influencia que ejerce en los escritores españoles la figura del sevillano Gustavo Adolfo Bécquer. Aparte de las figuras ya reseñadas del nicaragüense Rubén Darío y del cubano José Martí, van a destacar autores como el mayor de los Machado (Manuel), con libros como Alma, Apolo y Cante Jondo, Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina entre otros. Son los tres poetas modernistas españoles por excelencia, aunque, como ya hemos señalado, con un estilo menos brillante y más intimista. Otros autores que tuvieron influencia modernista, aunque sólo en algunos momentos de su creación poética, fueron Ramón María del Valle Inclán, Antonio Machado (que en sus inicios escribe dentro de un Modernismo muy simbolista y nada parnasiano) y el moguereño Juan Ramón Jiménez.

Si nos centramos en la figura de Antonio Machado, es la estrecha relación entre vida y obra lo que más va a llamarnos la atención. Su primer poema dentro de Campos de Castilla se titula “Retrato”:

                       Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
                       y un huerto claro donde madura el limonero;
                       mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
                       mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
                       Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
                       —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
                       más recibí la flecha que me asignó Cupido,
                       y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
                       Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
                       pero mi verso brota de manantial sereno;
                       y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
                       soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
                       Adoro la hermosura, y en la moderna estética
                       corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
                       mas no amo los afeites de la actual cosmética,
                       ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
                       Desdeño las romanzas de los tenores huecos
                       y el coro de los grillos que cantan a la luna.
                       A distinguir me paro las voces de los ecos,
                       y escucho solamente, entre las voces, una.
                       ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
                       mi verso, como deja el capitán su espada:
                       famosa por la mano viril que la blandiera,
                       no por el docto oficio del forjador preciada.
                       Converso con el hombre que siempre va conmigo
                       —quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
                       mi soliloquio es plática con ese buen amigo
                       que me enseñó el secreto de la filantropía.
                       Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
                       A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
                       el traje que me cubre y la mansión que habito,
                       el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
                       Y cuando llegue el día del último vïaje,
                       y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
                       me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
                       casi desnudo, como los hijos de la mar.
.
.
En su vida pueden distinguirse con claridad cuatro etapas, muy diferentes unas de las otras:

                    - (1875-1907) Nació en Sevilla, en el Palacio de las Dueñas. Su padre, Antonio Machado y Álvarez fue un gran folkorista, y eso influirá notablemente en su hijo. En 1883 la familia se marcha a Madrid y los hermanos estudian en la Institución libre de Enseñanza, centro en el que residía el afán por saber, lejos de la enseñanza tradicional eclesiástica. Dicha institución fue fundada por Francisco Giner de los Ríos, a quien Antonio Machado dedicará en el futuro algunos de sus versos. Machado adquiere aquí una actitud abierta, progresista. Hacia 1895 su padre fallece, y la familia comienza a atravesar una etapa de penurias económicas. Teniendo en cuenta que Machado era un estudiante mediocre, decidió comenzar a trabajar. Terminó el bachillerato con veinticinco años. En 1899 Antonio viaja con su hermano Manuel a París. Allí trabajan como traductores y contactan con todo el movimiento bohemio. Vuelven a España, pero él regresará a París en 1902, año en el que conoce a Rubén Darío. Se hacen muy amigos. De nuevo viene a Madrid, y al año siguiente, en 1903, publica su primera obra poética, Soledades, muy influida por los grandes autores modernistas con los que contactó en París. Esta obra la refunde en 1907 con algunas modificaciones, cuyo título final será Soledades, galerías y otros poemas.

                    - (1907-1912) Año en que se publica Campos de Castilla. No pasó por la Universidad, pero como sabía francés consigue sacar la cátedra y lo envían como profesor a un instituto de Soria. Se pone en contacto con la realidad castellana, su paisaje inhóspito. Vive en una pensión, y se enamora de la hija del dueño, Leonor Izquierdo, de dieciséis años, mucho más joven que él. Contraen matrimonio en 1909. De nuevo, se marcha a París a estudiar filosofía con Henry Bergson. Coincide plenamente con este sobre sus ideas acerca del tiempo. Defienden que hay dos clases de tiempo, el cronológico y el vivencial o subjetivo. En 1911 Antonio y su esposa regresan a Soria, donde Leonor enferma gravemente a causa de una tuberculosis. En 1912, un año después, la joven Leonor muere justo unos días antes de que aparezca publicada la gran obra machadiana, Campos de Castilla.

                    - (1912- 1919) Antonio, desesperado y triste en Soria, pide el traslado a otra ciudad, y se lo conceden, dándole como destino Baeza, un pueblecito de la provincia de Jaén. Pasa muchas horas encerrado, y continúa estudiando Filosofía y Letras. En 1919 va a incorporar a Campos de Castilla dos nuevos poemas, “Leonor”, y “El campo andaluz”.

                    - (1919- 1939) Tras los siete años de Baeza, lo trasladan a Segovia, y es uno de los fundadores de la Universidad Popular. Colabora en periódicos, revistas, etc, incluso su fama hace que lo nombren miembro de la Real Academia Española en 1927. Por esa época conoce a Pilar Valderrama, la poetisa que va a aparecer en sus versos bajo el nombre de Guiomar. Mantiene una relación con ella, por lo menos epistolar.
En 1924 publica el libro Nuevas canciones, que recoge lo último escrito en Baeza, en Segovia, etc. Es esta época irrumpe una generación nueva de escritores, la conocida como Generación del 27, con los que Machado no se lleva muy bien en principio, pero luego sí.
A partir de 1926 Machado escribe teatro en colaboración con su hermano Manuel, como La Lola se va a los puertos. Finalmente, en 1931 es trasladado al instituto Calderón, en Madrid, y luego al Cervantes. Cuando se inicia la guerra, en 1936, está en Madrid, y publica Poemas de guerra. Es partidario de la II República, y cuando Madrid cae en manos del Ejército fascista se marcha a Valencia, y en 1938 a Barcelona, cada vez más cerca de la frontera con Francia. Al año siguiente la situación es insostenible y tiene que salir de España, refugiándose en Colliure, muy al sur del país vecino, con su madre, que muere nada más cruzar la frontera, y su hermano José. Machado va a morir unos días más tarde, extremadamente delgado y en el exilio. En el bolsillo de su chaqueta se encontró un último verso: “Estos días azules, y este sol de la infancia”.



ESTÉTICA Y POÉTICA.

 Fue sencillo y austero. Huía de los éxitos, de los homenajes públicos. Por ello su poesía es sencilla, sensible, dirigida directamente a los sentimientos. Machado tiene una trayectoria opuesta a la Generación del 98, ya que conforme va siendo mayor se va comprometiendo más contra las desigualdades sociales y las injusticias. Él mismo definió su poesía en 1931 diciendo que era “la palabra esencial en el tiempo”. Por un lado, la preocupación por lo esencial, por lo inefable, y por otro la temporalidad. Dijo también que la poesía “es el diálogo de un hombre con el tiempo”. Su poesía está centrada en el ser humano y para el ser humano.
La idea que tiene del tiempo la toma de Henry Bergson, sobre todo la del tiempo vivido, no la del tiempo cronológico. Según Juan Ramón Jiménez, la poesía de Machado tiene gran influencia de Rubén Darío y de Miguel de Unamuno, pero no podemos olvidar la influencia de Bécquer, sobre todo en los temas, en la rima, y en el estilo tan sobrio.

Machado inició su producción poética dentro del Modernismo, pero desde muy pronto comenzó a limar esa influencia para irse quedando en un Modernismo intimista y personal. El resultado final es una poesía contenida en la que el poeta dialoga consigo mismo dentro del propio poema. En toda su obra hay unos elementos constantes que se repiten , como son el sueño, el tiempo, el amor, la preocupación por España, el intimismo, la tarde, el agua que corre y el reloj.

Respecto al tema amoroso, Machado habla de tres etapas:

               - El despertar del amor
               - La conciencia del amor
              - La conciencia de la imposibilidad de la unión. El amor ideal sólo es posible como recuerdo.

En cuanto al tema religioso, le duele “la nada”, sombra que le acecha durante toda la vida en su obra. Hay dos etapas claramente diferenciadas:

                - Durante la muerte de Leonor busca a Dios, pero no obtiene respuesta.
               - Pasado este momento, va a querer creer que hay otra vida, Dios, de tal manera que Machado intuye que Él existía, pero le estaba negado.

En cuanto a la métrica, busca formas menos complicadas y sobrias. El tipo de métrica más característica es la Silva arromanzada, consistente en una combinación caprichosa e ilimitada de versos heptasílabos y endecasílabos, de rima asonante en los pares.

En cuanto a la retórica, está desprovista de toda figura, es una poesía desnuda. Un rasgo del estilo de Machado es la abundancia de adjetivación , y la importancia del valor nominal frente a verbo (más sustantivos que verbos). El último rasgo retórico es la variedad de entonación de los poemas. Por ello predominan los puntos suspensivos, exclamaciones, interrogaciones, etc.


LA OBRA MACHADIANA.

SOLEDADES (1903 y 1907).

El núcleo central del libro es el publicado en 1903 bajo este título, aunque luego lo refundió en 1907 con el título Soledades, galerías y otros poemas. El resultado definitivo no se va a ver hasta 1917, cuando publica el libro Poesías completas.

En la edición de 1907 Machado quitó todo aquello que le pareció más modernista de su primer libro, todo aquello que no iba con su forma de escribir, las excesivas aliteraciones y todos los elementos que únicamente buscaban la belleza formal. “Otoño”, “Crepúsculo”, “Nocturno”, etc, los fue eliminando, y frente a ellos conservó los que tenían que ver con un Modernismo menos evidente, menos definido.

Los elementos simbólicos más usados por Machado son el agua y la fuente, los ríos y el mar, el sueño, el camino, la tarde, el crepúsculo, la abejas y la miel, etc. Dichos elementos van a repetirse a lo largo de toda su abra, pero con una mayor insistencia en el libro que ahora nos ocupa.

En general, el tono del libro es intimista, centrado en el “yo”, reconcentrado en sus interioridades. A esta reconcentración en uno mismo el poeta sevillano lo va a llamar “solipsismo” (según la RAE, “forma radical de subjetivismo según la cual solo existe o solo puede ser conocido el propio yo”).

Los principales temas tratados en el libro son el paisaje, el paso del tiempo y el sueño. El paisaje no es concreto, sino que tiene más bien un sentido subjetivo. Esencialmente destacan calles, fuentes y jardines (pero no modernistas, sino mucho más modestos) en otoño. El paso del tiempo tiene que ver con la añoranza de la infancia, con el recuerdo del paso del tiempo. El “tempos fugit”, pero a través del símbolo del sendero o camino, y con la imagen velada de la muerte, que continuamente se intuye, pero no aparece implícitamente.

XXXV.

Al borde del sendero un día nos sentamos.
Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita
son las desesperantes posturas que tomamos
para aguardar... Mas Ella no faltará a la cita.


Cuando se habla de camino, puede ser real o metafórico. Suelen estar acompañados de adjetivación (polvorientos = sí son reales). En lo simbólico, el camino representa la vida, visión muy influida por Jorge Manrique. Pero también camino como sueño o como memoria, donde acude a las galerías del alma.

XI.

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón." .
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir;
"Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada."

En cuanto a la retórica, las figuras basadas en la repetición, como la anáfora, los paralelismos, los estribillos, las enumeraciones, etc, otorgan a los textos gran variedad entonativa. Preferencia por oraciones nominales a las que le falta el verbo, el empleo de diminutivos afectivos, la abundancia de adjetivación, símbolos, etc, buscando siempre la mayor naturalidad. Por último, insistir en el empleo del diálogo, sea consigo mismo o con elementos abstractos.

CAMPOS DE CASTILLA (1912).


Su primera edición tuvo lugar en 1912, pero fue incluida en Poesías completas en 1917. Los primero poemas los escribió machado en torno a 1907. Este libro está muy centrado en el “yo” del poeta. Ahora lo que más interesa es lo de fuera (en relación con dicho “yo”). Se nos habla del paisaje de Castilla, de sus habitantes, habla del problema de España (en clave noventayochista), etc. Varios van a ser las causas que han promovido dicho cambio:

          1.- Sentía la necesidad de hablar de otra cosa que no fuera de él mismo.
          2.- La estancia en Soria, conocimiento directo del paisaje y castellanos.
          3.- Influencia del espíritu de la Generación del 98, en torno a 1910.
          4.- Influencia de su amor por Leonor Izquierdo.

Hay un tema que ahora no aparece y que era el central en Soledades, la soledad, tema muy modernista. Vamos a ver la edición de 1912, y lo añadido posteriormente en 1917.

La edición de 1912 contiene cincuenta y cuatro poemas, a destacar:

Poemas iniciales: son nueve, el primero “Retrato”. Es como su testamento personal anticipado, previendo el final de su vida. Otro poema importante de esta parte es el que lleva por título “ El tren”.

Campos de Soria: larguísimo poema, que tiene nueve partes y es el más emotivo de esta primera edición del libro. Las cuatro primeras partes forman una silva arromanzada, donde riman los pares y quedan sueltos los impares. Hay un poema muy significativo, escrito poco antes de morir Leonor, “A un olmo seco”:


Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
hunden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que, rojo en el hogar, mañana
ardas, de alguna mísera caseta
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hacia la mar te empuje,
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
.

Predomina el tono descriptivo (oraciones nominales, adjetivación, metáfora…), aunque también hay elementos narrativos y propios del diálogo.

En cuanto al léxico, suele ser castizo, tradicional, con la idea de recuperar esas raíces populares que también perseguía la Generación del 98, utilizando arcaísmos, palabras regionales, etc.

En cuanto a la métrica, sigue siendo muy rica y variada, tanto por el número de versos empleados como por la variedad estrófica, con rimas en asonante y consonantes, utilización del verso libre, etc. Los versos más empleados son el octosílabo y el alejandrino, ambos de origen español, y las estrofas suelen ser de cuatro versos o silvas arromanzadas.

Si nos fijamos en los temas, llama poderosamente la atención el la transición entre el “yo” del primer libro y el “nosotros” de Campos de Castilla. Si en Soledades el tiempo es “no histórico, el tiempo de Campos de Castilla es más concreto, centrado antes y después de la muerte de Leonor. Algo parecido ocurre con el paisaje. Mientras que en el primer libro se describe el paisaje, en el segundo se interpreta (ver “A un olmo seco” o “A José Mª Palacio”)

NUEVAS CANCIONES (1924).

Este libro recoge los poemas escritos en Baeza y Segovia. Han pasado doce años ya del inicio de Campos de Castilla. Machado ha madurado todavía más, y en este momento se encuentra inserto en otras preocupaciones. Él mismo llega a decir que su impulso creador se ha agotado. Es el momento en el que empieza a escribir prosa, y por lo tanto sus poemas no van a renovarse demasiado: apenas chispazos, ideas sueltas en muy pequeño número de versos número de versos, muy próximos al aforismo y a la copla. Aparte de eso, sigue habiendo un apartado en el que trata el tema de su difunta esposa, Leonor Izquierdo. Él lo titula “Los sueños dialogados”, sonetos, y el recuerdo de ésta es mucho más pausado y menos emotivo.
A Abel Martín y Juan de Mairena comienza ya a nombrarlos, y a ambos les atribuye unos poemas que son “Las canciones a Guiomar”, los que, según Machado, los ha sacado “De un cancionero apócrifo”. Todo es falso, ninguno de los dos existe realmente, sino que más bien constituye lo que llamamos un “alter ego”.

Lo más característico del libro son los llamados “Proverbios y cantares”, más de cien. Es una especie de muestrario:

I.

El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.

II.

Para dialogar,
preguntad, primero;
después... escuchad.


Además de los ya mencionados “Los sueños dialogados”, grupo de sonetos dedicados a Leonor, hay un segundo grupo de diecinueve sonetos relacionados con múltiples temas. Destaca el número cuatro, dirigido a su padre, poema en el que evoca la infancia.

ÚLTIMOS POEMAS.

No es un libro como tal. Ya Machado se preocupa más por la prosa. Es una recolección de textos publicados en periódicos, revistas, y dentro de sus obras de prosa, concretamente de su Cancionero apócrifo. Aquí están contenidos algunos sonetos amorosos interesantes. Todos los poemas son de Machado, pero no se sentía con fuerza, así que inventa las figuras de Abel Martín y Juan de Mairena. Aparece aquí la poesía de Guiomar, dedicada a Pilar Valderrama, quizá lo más lírico de sus últimas composiciones editado bajo el nombre “Canciones a Guiomar”. El nombre de Guiomar es un homenaje a Jorge Manrique, ya que así se llamaba su esposa.

Hay otros poemas de tipo más filosófico al final, como “al gran cero” o “al gran pleno”. Hay otra serie de textos en los que rememora su infancia, o son homenajes a poetas amigos, como Miguel de Unamuno, Pedro Salinas, etc.

Entre tanto, en España se está escribiendo la poesía de Vanguardia, muy diferente a Machado. Su figura va a ser respetada a pesar de que él se oponía a la deshumanización del arte que suponían las vanguardias.

Para terminar, hay que destacar el último grupo de sus poemas comunes, “Poesías de guerra”, escritos en Valencia, camino del exilio, y favorables a la II República. Entre sus mejores composiciones, un soneto titulado “la muerte del niño herido”, y “el crimen fue en Granada”, elegía dedicada a Federico García Lorca tras su asesinato en el barranco de Víznar.
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